Una noche veraniega decidimos movernos al barrio coreano. Yo ingenuamente, pensaba que tal vez terminaríamos por comer algo parecido al sushi o al chino. (La verdad mientras sirvieran de esos palitos de harina fritos, con una especie de catsup yo me daba por bien servida. Shhh.) ¿Cómo es la comida en Corea? Respóndanse eso.
Total que llegamos al coreano. Un lugar por encima de lo horrible. ¿Es aquí? Que desilusión no mames. ¿Dónde nos estacionamos? Y entonces que damos la vuelta al edifico para revelar un estacionamiento propio de las películas de maleantes. Fácil habían matado a alguien aquí antes. Ni modo, mientras la comida sea buena... Vayamos con cuidado.
Bajamos del auto buscamos la puerta trasera del lugar. Como eramos muchos yo decidí esperar a que todos se acomodaran para después no tener que decidir dónde sentarme. (Un jueguito que tengo conmigo misma. Caiga donde caiga.) De pronto, una sensación rara. Sentí la mirada de alguien, pero desde lo alto.
Volteo un poco perturbada jurando que iba a encontrar a algún gozoso coreano viéndonos a las niñas. ¡Pero no! Encontré una multitud bastante normal de palomas gordas y cochinas que se recargaba sobre los tubos del espectacular con el nombre del restaurante. El lugar tenía que ser insalubre. Para entonces yo ya dudaba de la calidad de la comida.
Avancé por adentro del caluroso y encerrado sitio. ¿Qué vamos a comer entonces?- Pregunté después de sentarme a un lado de Alex. Güero italianado quesque galán que me dice: BARBEQUE. (Y de lo más tranquilo.)
¿Quééee? ¿Cómo que barbeque? Alex se ríe un buen y me contesta, medio ligador, que lo deje todo en sus manos. Bueno...
Esa noche cenamos como nunca. ¿Quién iba a decir que los coreanos hacen BBQ? La verdad su versión de este platillo, y evento, típico norteamericano es una delicia. Te traen una planchita calientísima y unos cortes de carne bien delgada, y marinada con maravillas que desconosco. Además calabacitas amargas, salsa picante, hojas de algo como papel de arroz húmedo, ensalada verde, sopita de huevo con cebollín y, (claro!) una botellita bellisíma de un tipo de sake muy suave e increíble.
Mi sorpresa por el lugar crecía y crecía. Yo creo que si pudiera haberme visto me parecería a algo como un pulpo. ¿A ver esto? Mmmm, que rico. ¿Y esto? Wow, increíble. Así, toda la cena. En fin, el lugar resultó ser maravilloso. Además ese sake que se veía tan ligerito surtía sus efectos, y los surtió ligeramente en mi, cuando te debe el aire. ¡Buenísimo el lugar, eh! Le dije alegremente a Alex que sonreía en señal de: I told you so.
Al final ya ni me importó que no sirvieran los palitos de harina, y hasta las palomas me cayeron bien.
2 comentarios:
me gusta cuando las fotos empiezan a abstraerse... o era la realidad la que se abstraía?
ya no sé.
alonso
mm ya me dió hambre!
Publicar un comentario