6.10.08

Aspiración a Mariachi

Los marcianos en sus tardes libres bajan al D.F para disfrutar un ratito el sol.  Sobre todo a los adultos les alegra volar sobre los terrenos donde apilan fierros viejos. El sol atrapa los ángulos en la basura y refleja con fuerza en sus caras. El espectáculo es por demás bello.

Entre los más aventurados hay quienes terminan andando por los pasillos más espesos de la Merced. 
Ahi compran múltiples amuletos en esos puestos donde venden ardillas aplanadas, compran cactus miniatura, 
compran alegrías, obleas pintadas, discos piratas de la Sonora Santanera, hierbas de olor y hasta un sombrero y lentes de sol para la próxima visita. 
Caminan encantados, mientras se doblan de risa y lanzan miradas amenazantes a cualquiera que se atreva a molestarlos. Uno de ellos incluso sacó su arma letal un día y desde entonces todos les dan carrilla. Resulta que más que amenazante, el arma tan letal parece un perrito disecado, que a las marchantas de los puestos les fascina. Y los más jóvenes: "No, pus no, chavo. ¿Qué me vas a hacer con eso, o qué?" El marcianito guarda al perrito indignado. La marchanta le agarra un cachete mientras sus sobrinos dejan los diablitos con cajas en el piso para reirse. La señora luego termina de secarse las manos en el delantal. "No le haga caso a estos zonzos güerito. ¿Se quedan a comer?" El marcianito consolado asiente.

Pero de lo bueno poco. Los marcianos vuelven a casa ese domingo y se preparan para el tan molesto lunes. Según ellos, la sensación de fin del mundo de el primer día de la semana nos afecta a todos por igual. En la escuela el marcianito estrena sus nuevos pantalones de mariachi. Sus compañeritos palpan alegremente los broches metálicos que bajan por los costados de sus flacas piernas.
Desde una ventana vemos a la señora marciana bordando unas servilletas blancas
 con dos pajaritos azules que sostienen un listón: Tú y Yo. "Me atrevería a bailar el Jarabe Tapatío, si no fuera tan torpe." Se imagina bailando con un vestido bordado con pájaros de colores y unas trenzas largas de cabello oscuro. Su hijo llega y ella, que sigue fantaseando, le asegura que como las piernas de Chente, ningunas. Y resume su labor.
El pequeño se detiene un momento y se imagina lo que debe ser tener unas buenas piernas para disfrutar de un paseo por el Zócalo. Lo lindo que sería que le quedara bien su traje nuevo. La emoción que les daría a sus compañeritos verlo cantando. Sus ojos brillan de pronto.

"Sí."-dice entonces emocionado- "Quiero ser mariachi."

2 comentarios:

EV dijo...

chingón- felicidades por tu nuevo blog, me gustarón mucho las nuevas entradas!

.Ana Mata. dijo...

Ey amore! Al rato te llevo tus fotos. Besos.