te pensé estirando un brazo, y parada de puntitas, consiguiendo así pagar unas cervezas. te imaginé sacudiendo la cabeza de un lado al otro en un concierto. levantando las manos mientras andábamos por la calle, me acordé de tus dedos gordos del pie, de las fotos de cabina, de todos tus detalles cuando dibujas en papelitos y servilletas, tu aversión a los cigarrillos, la falta de alemán, el exceso de Herzog, de hurto y de comida libanesa.
la memoria es vasta y comprime a plumas blancas.
un archivero que se acomoda en alas.
ahí cabemos siempre tú y yo,
y todo lo demás,
y no pesa nadita, nada.
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