29.10.12

limp

Patrick me contó la historia del vagabundo cojo que siempre intentaba meterse a la casa. Yo me moría de miedo.

La primera vez lo vieron los vecinos y al gritarle éste salió corriendo.

La segunda vez Nora se quedó observando desde dentro cómo el hombre tocó la puerta. Ella se escondió y comenzó a llamar a la policía desde el celular mientras escuchaba como el vago forcejeaba contra la puerta. Estaba borracho.
(Aclaración, en Detroit no hay policía. Nora llamaba, más bien, a los polis de Wayne State University que queda al lado de la casa y que son más efectivos.)

La tercera vez la puerta se había quedado abierta y solamente desapareció una bici.

Uno de mis últimos días en Detroit estabamos tomando una cerveza en el frente de la casa cuando escuchamos una botella romperse contra el suelo. Como de la nada, el cuerpo del vagabundo cayó rodando y sólo se volvió visible al entrar en el círculo de luz que hacía el único farol que sirve en toda la cuadra. Estaba tirado en medio de la calle. Patrick lo señaló con toda la tranquilidad mientras terminaba de darle un trago a se cerveza: that's him. Me quedé congelada. Lo van a atropellar, pensé. Que se levante, que se levante.

Esa noche soñé que la siguiente vez que vendría sería la final. Para eso teníamos que pegar una foto de él en la puerta de vidrio. La foto tenía que quedar justo a la altura de su cara. Me quedé convencida de que así sería él quien moriría del susto.

Cuando le conté a los roomies todos se cagaron de risa.

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