6.2.12

shh

Nosotros no conocemos el silencio.

Ni cuando estamos en medio del campo, bajo el mar, ni aún inmóviles.

Nuestras partes son ruidosas. Suena la sangre, suena el pecho. Nos truenan las rodillas y los dedos. Nos miramos y suenan nuestros párpados. Nos queremos y por nuestros talones rechina el suelo.

Deja de crujir la nieve. Nos llevamos los dedos a la boca. Entre todos intercambiamos miradas y vemos por último hacia arriba.

Nunca conoceré algo sin ritmo. (Y pasa una estrella fugaz asincopada.)

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