4.11.09

protestant mass

cuando llegamos justo estaban anunciando el inicio de la misa. chale. me hubiera gustado ver la catedral. sonaban, y sonaban las campanas. yo me estaba haciendo pis, y fui a buscar el baño. volví, y me esperabas para preguntarme si quería entrar. con todo y la misa, te pregunté. y levantaste los hombros como para decir por qué no. yo pensaba, qué chingón. seguro esto es algo que a nadie más le gustaría hacer. y te pregunté incrédula, pero se podrá. claro, respondiste.

entonces, entramos. una mujer joven nos pregunta que si estamos visitando o si queremos acompañarlos al servicio. nosotros decimos que las dos cosas. nos da una especie menú, me perdonarán si los ofendo, con los versos que iban a leerse y cantarse en la misa.
nos hacen sentar al lado del coro. enfrente de cada quien había dos libritos. verde y azul. uno con los textos, otro con las canciones. son para hacer, si se gusta, una especie de sing-along. vi el menú, busqué los versos. los libritos eran indecifrables para mi. levantando la mirada vi a varios que hacían lo mismo que yo. destacaban entre las gradas. y yo pensé, mejor que no descubran que no soy de aquí. todos pensamos igual. dejé de buscar el texto que estaban cantando y leí algunos otros. descubrí después que los que van todos los días hacen caer el libro abierto precisamente en la página con un solo movimiento de mano. traaaaaas. necesitaría práctica.

empecé a espiar discretamente a las mujeres del coro. estaban todas lindas. los hombres se sentaban frente a ellas en el otro lado del pasillito por donde caminaba el vicario. muchas llevaban anillitos de oro, relojes de pulsera y las uñas en colores naturales. zapatos cómodos, sin tacón. algunas con bolsos de mano entre las piernas, o en el piso. recuerdo a una en particular que era muy hermosa, con el pelo castaño recogido desordenadamente. traía puestos unos tenis. otra más de anteojitos redondos y pelo blanco, de unos sesenta años, que cantaba los solos en una voz aguda, aguda. no me olvido porque la voz no dejaba de ser cálida. nunca se me hubiera ocurrido.

volteaste y con un gesto de cabeza me indicaste el altar. por debajo de la voz me preguntas si sabía qué diferencias había. yo te contesté, no hay sangre, verdad. creo. y tú, ni sangre, ni sufrimiento.

1 comentario:

Felipe Cervera dijo...

A me funciona decir las cosas de frente, Me dijiste. Yo pensaba, qué chingón. seguro esto es algo que a nadie más le gustaría hacer . Si, te pregunte. Yo no soy tan bueno haciendolo, soy lento. Es muy facil, reparaste, solo se lo dices, no se lo escribes, se lo dices...

Y seguimos cenando curry.